miércoles, 7 de septiembre de 2011

 Ella se pinta los labios siempre de color rojo para que nunca se borren sus besos. El resto de carmín que dejan otras pieles son un tatuaje de gena que solo dura un par de lavados. Te besa y comienza a andar, pies pequeños pero firmes, de los que siempre dejan huella aunque no haya barro.
 Sus uñas bañadas en color decoran el final de sus pequeños dedos enfundados en unas sandalias de cuero, ya desgastadas de tantas pisadas por las aceras del mundo que, a veces, este se le queda pequeño. También recuerdo su flequillo recortado a su manera, y aquellos vaqueros desgastados pero muy suyos, y esas manos de las que nunca se le caen los anillos, conocedoras de esas manos que no pierde ocasión de agarrar.

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